Empiezo a
caminar y siento el calor del sol sofocándome los ojos y el ardor de la arena bajo mis pies, quemándome..
entrando en mi. Tantos cuerpos y
sombrillas complican bastante llegar a donde quiero: el mar. Cuando al fin lo logro
siento como el agua salada de la mañana toca mis dedos y me causa un escalofríos;
ahora se va el agua… pacifica. Sube…y baja. Veo recorrer su caminito más de
cinco veces y ahora si, ¡basta! estoy decidida a entrar.
El agua me
distrae, me deja pensar en paz. Me rodea toda la calma que puede darme la
naturaleza y mi mente se aclara un poco más. En ese instante me siento
valiente, llena de fuerzas y sin embargo ahora puedo decir que no había el
valor suficiente en mi. Ahhh ¿hace cuánto tiempo no me sentía así? Cierro los
ojos y me dejo llevar por la tranquilidad, y cuando menos me doy cuenta una ola
rompe encima mío y me tira para abajo,
mis pies flotan y ahora ¡no puedo tocar el piso! Un torrente de nervios
se apodera de mi, siento el agua empujándome muy fuerte con ganas de llevarme y devorarme y
provoca un revoltijo en mi panza: de las tostadas con queso que acabo de
desayunar, de emociones y sentimientos, de miedo, de TERROR. Ah, esto sí que me
resulta muy familiar… Siento como me ahogo y el mar
me aleja de la realidad y no encuentro el momento oportuno para salir. Creo que
si hago un paso voy a empeorar las cosas, me digo a mi misma “todo va a estar
bien” pero la cabeza me juego en contra y el hecho de no poder pararme me
carcome la paciencia. No puedo, no tengo más fuerzas, peleo contra la corriente
y sigo viendo que nada bueno resulta. Entonces sin más ánimos dejo de pelear
con el agua...Ahora no se cual es el futuro que me depara y de todas formas nado
un poquito, un último esfuerzo y ¡al fin! hago pie y logro salir.
A veces (muchas, en realidad) sigo con ganas de
más, sigo con ganas de tratar de llevar bien las cosas y sin embargo, por más
empeño que le ponga y por más que intente mantenerme a flote termino siempre en
el mismo lugar en el que comencé. En ese pozo profundo en donde la arena se
revuelve, lleno de caracoles rotos que te pinchan los pies y en donde las olas
aman romper. Siempre está esa sombrilla o ese túmulo de personas para
obstaculizarte todo, siempre hay algo que me hace volver al mismo problema...
Es
inevitable volver ahí.