miércoles, 9 de enero de 2013

Un tanto metafórica


Empiezo a caminar y siento el calor del sol sofocándome los ojos y  el ardor de la arena bajo mis pies, quemándome.. entrando en mi.  Tantos cuerpos y sombrillas complican bastante llegar a donde quiero: el mar. Cuando al fin lo logro siento como el agua salada de la mañana toca mis dedos y me causa un escalofríos; ahora se va el agua… pacifica. Sube…y baja. Veo recorrer su caminito más de cinco veces y ahora si, ¡basta! estoy decidida a entrar.
El agua me distrae, me deja pensar en paz. Me rodea toda la calma que puede darme la naturaleza y mi mente se aclara un poco más. En ese instante me siento valiente, llena de fuerzas y sin embargo ahora puedo decir que no había el valor suficiente en mi. Ahhh ¿hace cuánto tiempo no me sentía así? Cierro los ojos y me dejo llevar por la tranquilidad, y cuando menos me doy cuenta una ola rompe encima mío y me tira para abajo,  mis pies flotan y ahora ¡no puedo tocar el piso! Un torrente de nervios se apodera de mi, siento el agua empujándome muy fuerte con ganas de llevarme y devorarme y provoca un revoltijo en mi panza: de las tostadas con queso que acabo de desayunar, de emociones y sentimientos, de miedo, de TERROR. Ah, esto sí que me resulta muy familiar… Siento como me ahogo y el mar me aleja de la realidad y no encuentro el momento oportuno para salir. Creo que si hago un paso voy a empeorar las cosas, me digo a mi misma “todo va a estar bien” pero la cabeza me juego en contra y el hecho de no poder pararme me carcome la paciencia. No puedo, no tengo más fuerzas, peleo contra la corriente y sigo viendo que nada bueno resulta. Entonces sin más ánimos dejo de pelear con el agua...Ahora no se cual es el futuro que me depara y de todas formas nado un poquito, un último esfuerzo y ¡al fin! hago pie y logro salir.

A veces (muchas, en realidad) sigo con ganas de más, sigo con ganas de tratar de llevar bien las cosas y sin embargo, por más empeño que le ponga y por más que intente mantenerme a flote termino siempre en el mismo lugar en el que comencé. En ese pozo profundo en donde la arena se revuelve, lleno de caracoles rotos que te pinchan los pies y en donde las olas aman romper. Siempre está esa sombrilla o ese túmulo de personas para obstaculizarte todo, siempre hay algo que me hace volver al mismo problema...


Es inevitable volver ahí.

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