miércoles, 9 de marzo de 2011

3: El edificio


Fueron juntos a unos diez centímetros de distancia, sin siquiera rozarse (la lluvia había parado) pero hablando a lo loco, sacandose todas las dudas posibles que tenían el uno del otro. Pero a ella le pareció que Nico ocultaba algo, ya que, cuando Annie preguntó por su trabajo, el solo contuvo el aire y resopló, miró a ambos lados y le dijo a Annie silenciosa y pasivamente que estaba de vacaciones. Bueno, pensó Annie, que algún día se enteraría.
Caminaron cuadras y cuadras por un lugar no muy conocido por ella hasta llegar a un edificio lo bastante alto como para marear la vista de Ana, que levantó la cabeza tratando de calcular su altura.
Nico sacó una llave muy gastada de un bolsillo del pantalón lleno de pelusas y porquerías y abrió la puerta, que rechinó escandalósamente. Al entrar, Ana descubrió que el lugar era medio viejo y pasado de moda, pero muy coqueto. Ella contempló cada uno por uno los cuadritos artísticos colgados de la sucia y húmeda pared de la recepción en donde un pequeño hombrecito con cachetes gordos y colorados y una frente sudorosa saludó cortezmente.
- Buenas tardes, Don Kugler - dijo nervioso pero sonriente.
- Buenas tardes, Dobi ¿Cómo estás?- la voz de Nicolas lo tranquilizó.
- Bien, bien, todo tranqui. Uste' vió, acá andamo'....- dijo con mayor tranquilidad.
Nicolas se tornó serio y borró su cara despreocupada, lo que hizo alarmar nuevamente al recepcionista y todo se volvió rotundamente silencioso.

Se abrió el ascensor, expulsando hacia afuera un olor a humedad y vejez insoportable, y Nico se inclinó en gesto de amabilidad sonriendo y señalando el ascensor con ambos brazos y manos, esperando que Annie pasara primero.
Ella se sintió tan respetada en aquel momento por aquel hombre que no pudo evitar soltar una carcajada nerviosa. Aquel hombre que había usurpado e invadido sus sueños había hecho reir y salir de esa nube de preocupación y desconfianza a Annie. Por alguna razón... pero ella no sabía cual era esa razón.
Tardó unos segundos en darse cuenta de la intención de Nico, y entró al ascensor
- ¿Estás bien nena? Te veo medio preocupada.
Y así era. Ana no era de esas mujeres fáciles de convencer, no era de esas muy confianzudas con las que ganabas rápido, no. No era NADA facil, y tuvo poca gente importante en su vida, sin contar a su familia.
- No te preocupés- desfiguró su cara haciendo una mueca- estoy bien, solo que soy un poco claustrofóbica- mintió (otra vez).
No era hábito de Ana mentir, nunca, jamáz, jamáz de los jamases mases (?). Pero por alguna razón el hecho de estar con un hombre tan lindo y galán como el, le hacía preocupar que el piense que era alguna clase de tonta o hueca.
Igual, en su casa siempre le enseñaron a ser ella misma, y que no importaba que pensaran los demás. Si a la gente le gustaba su forma de ser bien, y si no, lo lamentaba pero nunca debía afectarla en nada.
Pero no quería desaprovechar algo como eso, el era muy lindo, tenía unos razgos superficiales y no muy comunes en aquella ciudad llena de porteños (no es que tenga nada en contra de los porteños, eh..)

A ella no le importaba su físico en absoluto, pero era muy muy llamativa: tenía largo y lacio el pelo, siempre lo llevaba atado en una media colita, excepto en las fiestas y cumpleaños, que se hacía bucles (le quedan espléndidos) y se soltaba por completo el pelo. Tenía unos ojos verdes realmente increíbles, con un gris claro al rededor de las pupilas. Eran increiblemente deslumbrantes,y eso (creía Annie) era la debilidad de todos los hombres. Pero a larga descubría que lo que mataba a todos los hombres en realidad, era su forma de pensar.

...

1 comentario:

Miqaela, soñadora de sueños dijo...

Que hermosoo aguss.. va más allá me tansportaste con tu historia..
Muy bonita, parece tu autobiografía .. Segui asi.. ME ENCANTO.
De una escritora a otra:- Muchas Felicidades♥


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